El Cancionero de Palacio es una recopilación de composiciones poéticas de los cortesanos de Juan II y de los caballeros que sucedieron al Príncipe de Aragón. Incluye también un breve inventario poético perteneciente al propio monarca y a su condestable D. Álvaro de Luna. "Cancionero" se compuso originalmente en torno a una selección de poetas de la primera mitad del siglo XV, con temas añadidos posteriormente. Cuenta con obras de autores célebres como Juan del Encina, Francisco de Peñalosa o Pedro Escobar, pero también de autores hoy menos familiares, como Jacobs Milat, Juan Ponce, Gabriel o Lope de Baena. Este Cancionero representa el momento lírico en las Cortes, ligadas además por los lazos de sangre, de D. Juan II de Castilla y de Alfonso V el Magnánimo de Aragón, evidenciando una especial predilección por las gestas del Magnánimo en las tierras de Italia. Supone la plasmación del brote lírico que, desde finales del siglo XIV hasta el fin del reinado de los Reyes Católicos, conocen las distintas Cortes asentadas en suelo español. 

Muerta la reina Isabel, su viudo Fernando el Católico toma en segundas nupcias a doña Germana de Foix, quien, a la muerte de este, en 1521 contrae matrimonio con el duque de Calabria (también Fernando de Aragón, y aspirante a la corona de Nápoles), que junto con Germana ocupó el cargo de virrey de Valencia. Dícese que doña Germana llegaba triste de sus años de matrimonio con marido tan viejo como el Rey Católico, y deseosa de desquitarse con fiestas y saraos, halló tiempo para dar a su Corte la fama de alegre y culta y ante ella acudieron famosos poetas y músicos como Juan del Enzina, Mateo Flectha, Juan Vázquez, y tantos otros, para ofrecer sus versos y sus canciones. Se inició así una etapa de esplendor cortesano en Valencia hasta su muerte, caracterizada por la difusión artística de los libros y la música. En 1556 el maestro impresor Jerónimo Scoto publicó en Venecia un pequeño volumen que contenía 54 villancicos y canciones de la corte de don Fernando de Aragón y doña Germana. de Foix, el Cancionero de Uppsala.

En cuanto a las formas musicales, predomina el villancico, uno de los baluartes del lirismo popular en esa época, el estrambote y el romance. No debemos olvidar que las novelas medievales eran el equivalente de nuestros noticieros y documentales: una forma de transmisión oral, hasta que alguien se molestaba en transcribirlos, sobre acontecimientos pasados ​​y recientes.